martes, 5 de enero de 2016

Milagro de mudanza



— Mudarse es como casarse — comenté, intentando sonar leve, habiendo traspasado el umbral con su emblemático cactus, que me recibió en flor, y antes de ponerme manos a la obra, como queriendo descomprimir el ambiente de la pesadez que le imprimían todos los bártulos diseminados por el piso, sobre el sillón, cubierto por un lienzo polvoriento, la enorme mesa del comedor donde cené con mis suegros la primera vez que visité esta casa y los canastos de mimbre de la empresa de mudanzas todavía a medio llenar. Pero no hubo señal alguna de empatía por parte de mis cuñados y sus respectivas parejas a mi comentario, quienes habían llegado como buitres, supuestamente a echar una mano, y para quienes la idea de un casamiento es un anacronismo al que a mí sola se me ocurrió ponerle el pecho. Mi suegra, sin embargo, por debajo de sus oscuras y gruesas ojeras, me entendió. Ese es un fenómeno que hace relativamente pocos años se ha empezado a suscitar.

Recordé entonces el temblor de piernas que me sacudía aquella noche, la de mi presentación formal ante mi familia política en este mismo ambiente de este caserón que mañana pasará a la historia, y mirándolos ahora me pregunté por qué me habría puesto tan nerviosa. Se los veía tan vulnerables y débiles frente al inminente cambio como impenetrables y fuertes los había visto aquel día del debut. Es que - convengamos - una cosa es mudarse para empezar una vida que trae consigo la promesa de hijos y muchos años de salud y prosperidad, y otra, muy distinta, es mudarse por la necesidad de achicarse, porque las habitaciones sobran y falta la certeza de poder hacerle frente a la demanda de mantener la casa. Mi suegra estaba encorvada por el peso de todas esas dudas, que hace tiempo viene mascullando, con los brazos en jarra, sus ojeras delataban noches de insomnio y sus párpados inflados, amaneceres llorosos. Su estampa era exactamente lo opuesto a la de la noche aquella en la que me aparecí con la minifalda más discreta que tenía en el placard y en la que ni ese estudiado detalle logró evitar que sus ojos se pasearan por toda mi anatomía de veinteañera rapaz para escudriñarla ferozmente, encontrar la yugular y atacar. Resulta casi didáctico observar cómo el paso del tiempo nos va cambiando el pelaje: hoy parece un pájaro de alas rotas rodeado de aves de rapiña dispuestas a repartirse su plumaje.

La razón por la cual mis suegros nunca me aprobaron siempre fue un misterio para mí. Tal vez deseaban alguien que perteneciera a su círculo de amigos - fuerte también por aquel entonces -, alguien que no representara una amenaza a esa cerrazón de clan que de inmediato noté, una partida tan drástica del hijo del medio, una fuga con culpa a la Capital que tanto detestaban. Quizá esperaran alguien con más clase, de mejor cuna, una gacela o un ave copetuda, no lo sé : es más, a estas alturas, creo que nunca lo sabré, y casi que ya no importa. Lo que sí sé, y siempre supe, es que a ninguna parte llegué con la intención de apropiarme de lo que no es legítimamente mío. Aquí desembarqué con los bolsillos pelados y el corazón sin espinas, y así me voy a ir.

A mi esposo lo perdí en unas cajas llenas de fotografías viejas que mi suegro insistía en ordenar y etiquetar. Mis cuñadas se repartían la vajilla, unos petit muebles de la sala de lectura y las lámparas que hablaban de reciclar. Mis cuñados forcejeaban con los acondicionadores del living y del dormitorio principal, para, luego de bajarlos. llevarlos a un depósito que habían conseguido a través de un vecino de esos que nunca faltan a la hora de manotear. Al quedarnos solas en la enorme sala, medio desierta ya y toda revuelta, mi suegra se sonrió levemente, me miró con cierta curiosidad, y me preguntó con voz cansada y yo qué me iba a llevar. Y aunque yo no había venido a llevarme nada, de las pobres plantas alguien se tenía que encargar. Luego de decidir adoptar a todas las desahuciadas al cruel abandono por falta de espacio, no lo dudé ni un segundo: me fui a la entrada por un gajo del cactus del frente - no sin cierto resquemor porque estaba en floración - lo envolví en un retazo de alfombra vieja y lo cargué en el baúl del auto.

Esa misma noche le hice lugar en un rincón de mi jardín donde ahora en verano pega el sol casi todo el día. Todavía tengo la mano medio magullada de los espinazos que me clavó ese cactus que evidentemente tampoco se quería mudar. Observé que se ladeaba un poco, pero pronto las flores se pusieron turgentes, como a punto de explotar. La noche del 31, un rato antes de las doce, se abrieron de par en par. Saqué fotos porque me resulta casi un milagro de mudanza la novedad de que hasta los cactus más espinados y arraigados florezcan a medianoche y se dejen trasplantar.





A boca de jarro

29 comentarios:

  1. Un relato precioso, Fer, muy agil y con unas descripciones muy vívidas de experiencias. Me ha encantado. Besos

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    1. Me alegra que te haya gustado, Chari. Eres realmente muy amable y siempre estás atenta a cuanto publico: te lo agradezco muchísimo!!!

      Besos!

      Fer

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  2. Excelente, me gusta la la analogía de matrimonio y mudanza; y el tono intimista. Cariños

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  3. Muy bueno!!! Fer, situaciones muy especiales y a veces dolorosas!, Me recordó a las mías, he tenido varias. La primera fue muy mala igual que la última, como dices por "la necesidad de achicarse", dejar el lugar donde has vivido toda tu vida es muy duro.
    Somos parecidas en los de llevarnos cosas que no son nuestras y cogemos lo que nos hace sentir algo. Me encantó "la novedad de que hasta los cactus más espinados y arraigados florezcan a medianoche y se dejen trasplantar" Hay cosas que aún siguen sorprendiéndonos y es lo genial!

    Un besazo mi Fer

    mafar

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    1. Solemos asociar las casas en las que vivimos con los tramos de vida que nos han tocado vivir en ellas. Dejar una casa donde tu vida ha sido mayormente feliz, sobre todo si hay seres queridos que han volado de ese nido, suele ser muy doloroso. El cambio de casa implica la dolorosa pero realista aceptación del hecho de que tu vida se ha achicado de alguna manera. Hace falta entereza y sabiduría de vida para aceptar ciertos hechos que vienen con cada etapa vital, y mucha humildad para aceptar "achicarse", pero creo que es lo más sabio. Mis padres han pasado por esto, y observé un período de duelo en ambos. Los duelos no son placenteros, pero son tremendamente necesarios, son el precio que se paga por haber tenido y haber perdido algo muy amado. Lo importante es transitarlos para llegar a superarlos, llegar hasta el fondo y salir de ellos un día cualquiera. Si me preguntas cómo se hace, pues no tengo la respuesta, pero sí sé que es necesario superarlos, no prolongarlos, no quedarse en ellos in eternum. Por eso la idea del trasplante me resulta una idea muy feliz: los seres vivos se dejan trasplantar en condiciones adversas y aun así, parecen agradecerlo dando flores a medianoche. ¿Dime si no es milagroso? Si a mí me hubiesen hecho lo que a ese pobre cactus, habría puesto el grito en el cielo... Bueno, no te doy más la lata, Mafar. Eres un encanto, una persona entrañable para mí, y agradezco tu presencia en mi vida, que lo sepas.

      Un besazo y mil millones de gracias ;)!

      Fer

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    2. Gracias a ti Fer, tu también eres importante para mí, aunque por las circunstancias y la distancia no parezca posible, así es, tenemos pensamientos comunes y maneras de ver y sentir. Llevas mucha razón en lo que dices y a veces cuesta mucho, yo llevo dos años y pico y apenas me están saliendo raíces, esperemos que algún día consiga florecer y que tu lo puedas ver.

      Gracias por tu compañía, tus ánimos y por alegrar mi vida con tus relatos.

      Besosss mi Fer

      mafar

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    3. Te están saliendo raíces: ¡¡¡aférrate a ellas y échales agua!!! Si te puedo servir de tutor, aunque sea a la distancia, aquí me tienes, amiga. Yo he vivido enterrada en depresión por largos meses, y he salido. No fueron los fármacos, ni los psi, fue el tiempo, la vida, la naturaleza, qué se yo, pero algo fue. Llegará el día en que florezcas, NO LO DUDES: eres tú quien lo tiene que saber. Yo lo sé y aquí estaré ;)!

      Besosss!!!

      Fer

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    4. Supongo que me acostumbrare aunque el lugar no me convezca. Digamos que soy una gran optimista pero muy bien informada. La depresión creo que fue en el 2013 cuando me quede sin trabajo, pero eso ya lo asumí y acepte. Será por las circunstancias pero desde joven me he tomado la vida como viene y aunque cuesta, lo asumo, acepto y supero, creo que soy bastante fuerte en eso, quitando pequeñas ayudas, como se suele decir las castañas las saqué yo sola del fuego. Agradezco tu apoyo en lo que vale Fer y se que es verdad que estarás.

      Un abrazo de esos enormes, besoss

      mafar

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  4. Entre tanta cosa inerte elegiste llevarte las cosas vivas.

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    1. Sólo la vida hace a la vida, así es.

      Un saludo.

      Fer

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  5. El cactus también le daba la bienvenida al Año Nuevo. Muy bueno Fer.
    Un abrazo

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  6. Me gusta como se produce ese cambio vital y lo relacionas, me encanta que sea el cactus el que lleve ese protagonismo
    Un gran relato corazón
    Un beso

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  7. Esas flores que se abren ya en tu jardín y en fecha tan señalada son señal inequívoca de buenos augurios. Fijo.

    Besos y feliz año bisiesto, estimada Fer

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    1. Esperemos, Luis Antonio. Muchas gracias. ¡Es cierto, es año bisiesto!

      Besos y feliz año para ti también.

      Fer

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  8. Estupendo texto en que más allá de las contingencias familiares- en las sagas parentescas siempre es un intrusoel que viene de fuera- me has hecho recordar mi cactus de Navidad que también en este año ha sido fiel a lo que su nombre indica: florecer en las fechas en las que le toca y eso que aquí en las dos últimas semanas no salimos de temporales y ha salido muy poco el sol.

    Besos

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    1. Milagroso que florezca un cactus en pleno invierno, Krapp. Jamás lo habría imaginado. Lo celebro también.

      Besos!

      Fer

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  9. Algo de cactus tengo yo por lo que voy viendo. Así que me alegro de que también florezcan con todo el calor del verano austral.

    Un beso.

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    1. Y que no te quepa duda, Joselu, que para muestra, sobra este botón.

      Un beso!

      Fer

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  10. Estoy segura de que esa mirada de tu suegra preguntándote qué te ibas a llevar tú ya nada tiene que ver con aquella de tu presentación en familia. A día de hoy ella ya sabe, ya sabe todo lo que tiene que saber, Fer.

    Pues fíjate que yo no tengo ningún cactus así que no tengo manera de saber si se me darían bien o mal. Lo que sí sé es que mis rosas amarillas están como locas, no se enteran de que estamos en invierno y siguen saliendo. Les pasa como aquellos tulipanes que tuve, que también se empeñaron en salir en pleno diciembre. Y siguen saliendo brotes.

    Desde luego te peleaste con el cactus pero te lo ha agradecido bien. Debe de estar contento con la mudanza porque ha echado unas flores preciosas. Va a estar muy a gusto contigo.

    Un abrazo muy fuerte, Fer.

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  11. Al final la vida nos cambia de pareceres y sentires, no solo hacia otros, sino e incluso hacia nosotros mismos.
    Hasta la plantita espinosa mudó de actitud acabando por amoldarse a tu hogar y tus cuidados de ahí que te floreciera feliz.
    Besos.

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    1. Tengo la sospecha de que es más fácil hasta para un pinchudo cactus adaptarse a nuevos aires que para cualquiera de nosotros.

      Muchos besos y gracias, Marinel.

      Fer

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  12. Querida Fer, me encantó la metáfora del cactus que florece en el momento y lugar menos esperado, así es, amiga. Te deseo todo lo mejor para este Nuevo Año.
    Un gran abrazo

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    1. Y yo te deseo lo mejor a ti, amiga. Muchas gracias.

      Un fuerte abrazo!

      Fer

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